Odio los espejos. ¿Alguna vez has tenido la sensación de reencontrarte contigo mismo tras ser el principal actor de una odisea llena de farsa? Son esos momentos en los que te avergüenzas de ser tú mismo, aunque el orgullo se coma a la sinceridad y sigas caminando con tus cuellos bien altos y tus huevos bien abotonados. Qué más da; lo hecho, hecho está. No hay nada que puedas hacer contra el empirismo. Despreocúpate, vive el presente y compra relojes Viceroy. Míralos, son todos gilipollas, tú eres el único importante, ¿no es cierto? ¿A quién le importa la puta desaceleración? Túmbate en el sofá, no muevas un dedo y echa la culpa al petróleo de que te falte trabajo. Porque eso es lo que importa. Dentro de tres años echa la culpa a las hipotecas de que tengas que dormir en la calle. Y dentro de seis échasela al sistema judicial de que duermas más caliente, pero también más encerrado por un simple atraco a mano armada.
Es cuando piensas, cuando meditas... En ese momento te das cuenta de que la cosa está más jodida de lo que tú lo veías antes. Y dices: ¿Y si...? Pero ya es demasiado tarde, el daño ya está hecho, y los pensamientos no tienen vida propia. La próxima vez no lo haré. Calma. Cautela. Y una mierda. Despides a Pepito Grillo mientras se aleja en el tranvía de tu cordura, en ese tramo ferroviario circular en el que nunca el tren está en el momento justo, en el lugar adecuado. En ese sentido, un puma es más sincero que tú. Su condición es matar para vivir. Él lo acepta, la víctima lo acepta, la naturaleza lo acepta. Sin clichés ni celdas acolchadas. Tú no sólo te engañas a ti mismo, sino que encima te crees tu propio engaño y haces que los demás (pobres incautos) se lo crean. Ahí comienza de nuevo la odisea, y el tren está a dos pi erre de tu andén. Bye, bye.
El cigarro de después se extingue. Dura lo que dura la reflexión, las volutas grises de humo y esa bella ceniza de la rectificación intrapersonal. Sirve para relajarse, para dejar la violencia a un lado y conocerse mejor a uno mismo. Se enciende con la llama de la carcoma, de eso que llaman remordimiento. Es una droga tabú, esa con la que te encierras en locales ambientados en los años 80 o que consumes junto a una prostituta en la cama de un burdel. Todos la consumimos, queramos o no; es otra de las muchas debilidades del ser humano. Sin ella, el mundo sería más egoísta, sí, pero también más sincero. Es el alquitrán que purifica el aire.
Ahora ya puedo levantarme y acabar con todo.
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Coño...Navarro por aqui...madre mia...la UEMC expandiendo su imperio¡¡¡
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